28.9.09

capítulo 21: Flagelar


La oscuridad del parque. Imperiales árboles fríos y sombras desorbitadas se han adueñado por completo del lugar.
Sombras que, para la visión conmovida de Eros, se han fugado, se han ido bastante mas allá de la verdadera zona de influencia del objeto material que la genera, desplazándose por el suelo del parque, perdiendo casi por completo su condición inmaterial y de escasa movilidad para integrar estos saltos amenazantes de luz negra, estas precipitaciones planas pero envolventes de oscuridad. Caracteres inconfundibles de un ser sanguíneo y no de un efecto físico de la luz. Como si fueran animales, álgidos mamíferos de esculpida negrura el lomo erguido de gigantescos monstruos del fondo marino, panteras gaseosas y que huelen, no como las sombras con la habitual ráfaga fresca de confección aérea y vegetal, sino con el particular olor acre que se impregna en el aire, en la tierra y en el cuerpo, de los que han habitado el centro de un campo, marginal y clandestino, de batalla. Olor reververante a tigre, a sangre escondida. Y Eros, inmerso en un estadio estetico, conmovedoramente escindido del trasvasamiento, de otra cosa que no fuera esto, gira su cuello y el cuerpo colgante de Adolfo, le parece un obra de DeChirico
La fuerza incesante de un viento helado que agitaba las plantas y las arqueaba en dirección a la edificación mayor del Hogar silbando como sirenas dementes, se ha detenido.
La sensación de Eros de estar ante una naturaleza sobrenatural con capacidad de representaciones se hace más viva, como si en la desolada noche, vería elevarse en el seno del jardín central, entre los rosales blancos y amarillos los fantasmas negros, los miasmas ancestrales de genéricas composiciones vinculares mostrar su ilimitada condición, su omnipotente poder de componer las cosas a su antojo, de disponer de los actores a sus caprichos y esto es lo que mas lo sobrecoge del ambiente, la mansedumbre central, la calma del ambiente de los que son capaces de producir tormentas terminales, confabular y atomizar el núcleo de los destinos.
Atrás quedó el cuerpo muerto de Adolfo, el cuerpo muerto del capitán de navío, sacrificado y blanco de las más arteras flagelaciones. Cuerpo de Adolfo y cuerpo del capitán de navío colgado de los brazos a una rama enorme de ciprés por medio de una soga. Pendiendo como un pesado saco repleto de viejas y nuevas pesadillas, balanceándose cada vez con menos ímpetu hasta llegar a ese balanceo pendular propio de los objetos colgados, los cuales según la proporción de peso distribuidos en el volumen hace que la quietud dependa del fin de un movimiento de inercia. Rapaces de mediano porte moradores insomnes de lo alto del bosque, observan el bulto del hombre muerto esperando el momento exacto para zambullirse en sigilosa y veloz picada al solo efecto de aprovisionarse de alimento. En la soledad de la escena, estos pájaros de pico corvo y amenazadoras garras son los únicos que pueden observar el rostro conmocionado de dolor, el obsceno rictus final que ha quedado tallado con el cincel del trabajo de Eros y que el rigor mortis pronto comenzará a endurecer y a fijar como si estuviera componiendo una máscara horrorosa y macabra, un retrato a medida de la vejación y del sometimiento a practicas brutales. Eros, pese a tenerla preparada y haberle dedicado un tiempo importante en confeccionarla, ha obviado el uso de la capucha. La tradicional capucha de tortura utilizada para que la victima no pueda reconocer a su agresor, en este caso improvisada con un pulóver de lana negra con el cuello y las mangas cosidos con el cual tenía pensado taparle la cara para que el padecimiento sea similar al mismo que Adolfo a inflingido en otros tiempos. Ha prescindido de tal elemento solo por un motivo. Verle la cara de frente, enfrentar esos ojos de cuervo, tratar de alinearlos en un salto al vacío del tiempo, con esos otros ojos de la avenida Libertador, fugaces pero letales escolopendras cargadas de veneno que lo hirieron de fracaso durante millones de años. Ver, como ahora sí, esos ojos retenían su resplandor venéreo, ver como se consumía su sucia luz en sus propios cuencos Debajo junto al tronco del árbol,-ahora apoyados como objetos inocentes y que producirían en quien los viera, si obviaran el cadáver colgante, allí en su conjunto mas que cualquier otra cosa un leve síntoma de hilarante perplejidad como si sospecharan el paso de un acampante maníaco o de un niño travieso que ha estado hurgando en el taller de su padre los alambres retorcidos, la bateria y los cables, el largo caño de metal y el mechero donde lo ha calentado para penetrar la carne de Adolfo el improvisado pero efectivo set de tortura que Eros en pocas horas ha improvisado con distintos tipos de elementos que con no pocas dificultades y no sin tener que inventarle alguna excusa a los empleados, se ha procurado de la cocina y de la sala de limpieza del Hogar y que le ha servido de acuerdo a su decisión impensada hasta segundos antes de tomarla pero irrevocable una vez determinada en su cerebro por un homogéneo río de voces interiores y que creyó indispensable para concretar la muerte de un verdadero verdugo, como si ese viejo apotegma ojo por ojo fuera aplicarse en su forma más ortodoxa y revachisticamente inapelable y que sin emplear esta metodología infernal para lo que habitualmente se ha utilizado como arrancar confesiones, procurarse datos secretos del fondo de las victimas o sencillamente quebrantar y violar voluntades, sino como un mero espejo en el que se proyectara el cuerpo de el capitán de navío, en el que viera reflejada sus propias practica siniestras, como si quisiera introducirlo en un adoctrinamiento para una inexistente vida próxima o simplemente por el mínimo hecho de igualar el nivel de ensañamiento con que se decidido tratar al enemigo y con esto concluir de modo primitivo una venganza y poner las cosas en orden- para acabar con el hasta hace poco su amigo.
No hay reflexión en el andar lento de Eros, no la puede haber después de lo que ha hecho, mas bien intenta con ese andar parapléjico de su silla, un rotar casi de agujas de reloj de sus ruedas, como si se negaran a avanzar o mejor dicho como si esa lentificación conciente que parte desde el mismo cuerpo de Eros, tendría la capacidad de inocular un jeringazo de anestesia a esa convulsión doliente e increíblemente satisfecha, que se resume increíble e indescriptible en toda su humanidad-
Podría, si su mente volviera, solo a minutos atrás, y se nutriera de lo allí ocurrido, darle más velocidad a los latidos de su corazón, agitarlo de tal forma que como el de su amigo y enemigo hace un rato y concluir de una buena vez con su vida, sabe, que con solo activar un pequeño espacio de su mente en esa dirección le daría ese vértigo final que le detendría su rojo y enloquecido corazón en un aséptico paro-
Pero prefiere conservar su aliento, no sabe por cuanto tiempo más, tal vez mañana cuando el sol descubra todo con su luz requisante de patrulla, y mas aun cuando su síntesis psíquica y física con base en su organismo se enfríe y deje parte del delirio removido de su campo de acción -allí donde ha actuado con decisión y destreza - trasladado a ………y convertido en una seca pieza de museo que lo encienda más que de culpa , de inmensa pena, ahí si en ese momento se sabe capaz de terminar, de terminarse.
Siente que ese plazo que se esta dando, esa cuenta regresiva que no quiere aceptar como tal o a la que deja relegada en un plano descuidado de sus percepciones, tiene que ver más que nada con una incógnita que es sin lugar a dudas lo único que lo mantiene vivo, y que consistente en desbrozar minuciosamente ese multiforme grado de éxtasis de que lo tiene prisionero desde que supo que eliminaría a Eros y que se ha extendido en el tiempo hasta ahora con un leve ascenso debido a la conquista ultima de su voluntad extendida y concretizada en hechos- lo esta reteniendo en este mundo, en este extraviado mundo donde dos polos opuestos están diputándose su alma.
Dos perros tironeando cada cual para su lado un trozo de carne. No.
Dos energías contrapuestas que negadas a fusionarse chocarían creando una zona de choque continuo,tampoco.
Dos cielos superpuestos, conformarían el inefable supuesto de una noche día o un imposible día noche, tal vez, tal vez.
O esa mezcla ininteligible que se compondría del agua y del fuego, tambien, tambien.

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