28.9.09

Capítulo 20: Planificar


Eros sabe que lo va ha hacer, bebe a sorbos cortos el café y dentro de sí lo sabe mejor que nadie. Lo experimenta como la cola de un film, un anticipo promocional de todo lo que esta por venir .Lo ha comprobado en ese rapto de excitación y clarividencia que experimentó en todo su cuerpo y toda su mente no hace demasiado, y que puede figurarse, en el trepar de una ola hacia adelante, hacía el instante en que su curvatura superior, componiendo su movimiento plástico y final se transforma en rizo enloquecido y trepidante de espuma hasta que se oye la agitación efervescente de una concreción definida y que el capricho incesante de su mente ha dispuesto que el momento de percibirlo haya sido, unos minutos atrás en el primer bocado de flan con crema que le han servido de postre. Ha concluido ese instante de zozobra, el instante mismo donde las cosas pueden a último momento dar un vuelco y de forma contundente retrotraerse a su lugar pasivo dejando que todo, absolutamente todo quede sin efecto alguno, como el embrión fallido de una semilla. Ese pleito interior aunque no haya recibido notificaciones o no se haya manifestado concientemente, ha acabado. No necesita ninguna otra confirmación. Se ha predeterminado en el macizo frontal de su cerebro, eso que de alguna forma, -y es la enorme convicción con que lo va a llevar a cabo lo que en realidad lo sugiere-, ya ha sucedido, ya ha encontrado el punto de contacto con el esquivo destino. Lo que como un logos voraz lo ha guiado en sus cavilaciones, verá pronto el cauce final de su salida.
Su entidad nerviosa se mantiene fría y bien encarrilada en sus circuitos, con el compás perfecto de quien habita la antesala del futuro con varias cuestiones resueltas y seguras de su lado. Sus ojos dejan translucir una transparencia inédita en el púrpura sanguíneo de sus ojos, una franqueza desmedida quizá para esa mirada acostumbrada a los surcos constantes de peñascosas disquisiciones internas de insidiosos y flamígeros dilemas cruzados con todo lo que conforma el mundo exterior y que desde que descendió de los barcos de cristal de la infancia, no a podido considerar como, sino, una amenaza constante cuando no un desafío imposible aunque no por eso imposible de aceptar su reto.
Ha terminado la cena de aniversario. En los oídos de los tres viejos quedan adheridos, del modo de ululantes e insoportables caracolas marinas, que cada cual sabe ha su modo soportar, las voces de los invitados. Una congestión despersonalizada de sonidos que desde hacía mucho tiempo no escuchaban. Nitti se ha retrotraído a los casamientos o las fiestas tradicionales de fin de año compartidas en familia y Adolfo a la cenas de camaradería en el Club Naval, en las épocas de gloria de la Marina antes de que la historia, de forma indeclinable, derrame sobre las tres armas su balde de excremento y desprestigio. Eros………… en y que en distintas mediadas les ha producido un cierto aturdimiento y perturbación.
Con mano firme abre la puerta y deja que sea Nitti el primero que ingrese a la habitación, después Adolfo y por último, él.
Si hay algo que pensó en las últimas horas, más que en las próximas y palpables reverberaciones del pasado, es en Nitti, en ese viejo dibujante, de sólida y extravagante contextura mental que ha conocido en el Hogar y al que desde mañana o desde mejor dicho esta madrugada, deberá mirar de forma distinta de como lo ha venido haciendo hasta ahora. ¿Cómo hará para explicarle lo acontecido?, ¿Cómo?, ¿Tendrá tiempo para preparar algún tipo de explicación, de ejercer algún tipo de retórica parpadeante, para un hecho que ya habría que dar por descontado, todos considerarán y no sin razón aparente serán los movimientos galimáticos de un esclerótico o los policías invadirán el Hogar en un abrir y cerrar de ojos y será arrastrado por el patio del Sainte Claire y luego por su hall, con las manos ensangrentadas, ante la mirada atónita de todo el personal y lo subirán a un auto y ya nunca más volverá a ver a su amigo Nitti?.
Esta consideración con su amigo, el dibujante, lo ha hecho caer en la cuenta, que no ha pensado en nada para escapar, ningún plan para evadirse luego de ejecutar la acción que va a llevar a cabo, de buscar alguna salida para lo que, de forma irreversible, lo complicará gravemente, lo condenará a una dura sanción dentro de la sociedad y no habrá para ello nada ni nadie que lo salve. Pero esto no parece ser problema para Eros que, lentamente se encamina a su cama, tarareando con el fondo oclusivo de su garganta “La Parabellum del buen psicopata“, canción que desconoce o es incapaz de desbrozar hasta llegar a una conclusión que lo satisfaga el motivo por el cual ha emergido de un desierto de años y que si tendría el tiempo y la lucidez para encajarla y representar algún tipo de acontecimiento, salvo tal vez por la mención del arma, no sería seguro este- para volverse música de fondo de esta velada inconcebible donde, deberá matar a un hombre, como lo ha prometido, como lo ha determinado el flujo resplandeciente de las circunvoluciones de su razón- pero un hombre que el azar del destino ha convertido- pocos años antes de que el día de la justicia entone su canto de anunciación-y como si esto fuera el efecto de una broma macabra, un límite más que cruzar, antes de ver su tarea finalmente concluida, en amigo entrañable, en como decian en el corazón viscosamente sentimental de nuestros barrios, hermano del alma-
Mira acostarse a Adolfo, observa como el antiguo capitán de navío, el vil torturador, el triste sicario criollo de la oligarquia cipaya y paradójicamente su amigo ,y más paradójicamente si se quiere, su futura victima cumple con su rito nocturno de realizar varias gárgaras de cogñac mientras termina de calzarse el grueso pijama. Esta noche se lo ve más que nunca ensimismado, precintado dentro del calor oscuro de sus vehemencias ocultas y de sus temores anticipatorios como si presintiera de alguna manera lo que va ha suceder. Algo del pesado pie de elefante del destino, de su implacable tonelaje paquidermico ya esta pisando alguna parte de su ser, anunciándole que es en vano moverse, querer huir del caos laberíntico y azaroso del destino, y sobre todo, del irrevocable devenir de los hechos, que imperiosos e inminentes, afilados como una llovizna, están por precipitarse. Si pudieramos analizarlo detenidamente, si esta corriente no nos llevara furiosa a su desenlace inevitable, sabríamos que esta intuición de Adolfo esta más fundada en el enlace sanguíneo que se han proporcionado con Eros a partir de esa amistad de excepción que juntos se han prodigado y que esta por volar como una santabárbara en llamas en mil pedazos; más que en los conocimientos militares, más que militares, en los de un hombre acostumbrado por años a sospechar e intuir tormentas, a precaverse y a fuerza de infligir castigo y tortura a mimetizarse con el núcleo dolorido de esa carne escandida que sabe, que en el próximo segundo, volverá, al sacudimiento del latigazo eléctrico.
Hay un momento en que deberá como todas las noche saludar a Nitti primero y Eros después un Buenas Noches, que invariablemente el ha dispuesto a lo largo de estos años y que sus dos amigo han respondido con la vivacidad de cada uno de los días que le ha tocado vivir, las respuestas las voces han sido en las distintas ocasiones, la de hombres deprimidos, ebrios, exaltados por la belleza femenina, hijos pródigos del sexo, imbuidos en el lastre de un crimen cometido en conjunto, simplemente gripales y congestionados, o simplemente felices. Eros se pregunta como será esta noche, por ahora disfruta, si el termino vale para esta ocasión, de este tiempo dilatándose y conformando paréntesis prolongado, de este instante proustiano en que cada segundo parece nutrirse de detalles de ambigua inservibilidad pero que sin embargo, es la muestra cabal de el estado total de sus vidas.
Le hubiera sido imposible a Eros extender este tiempo, volver a convivir con el hombre que debe matar. Sentado en la cama y haciendo que sus pantuflas caigan lentamente al piso primero una y después ayudándose morosamente con la punta del pie libre la otra, como si en verdad nunca llegara al instante de tener que apoyar la espalda en el sommier. ¿Cómo habría podido estar junto a Adolfo?, volver a levantarse mientras uno a otro y simultáneamente se ayudan a ponerse sus zapatos y atarse los cordones, desayunar y almorzar juntos, propinarse tanto bromas y reflexiones cotidianas, y tantas otras cosas más que efectúan como siameses dentro del Hogar mientras el en el seno secreto de su hábitat mental tiene ya puesta una cruz sobre el cadáver de su amigo- Imposible de sostener por mucho tiempo, ha pensado Eros.
Por ese motivo todo su accionar se ha precipitado y se ha convertido en un turbión ordenado a instancias de esta fría noche de junio, en la década del veinte del siglo XXI, en el corazón de arquitectura tecnológica de este Hogar Sainte Claire, todo, se ha concentrado en esta noche que será la última, sin lugar a dudas, la noche donde el antiguo combatiente revolucionario vengará la muerte de centenares de amigos y concluirá así la tarea que le fue encomendada medio siglo atrás. Todo esto con la sola muerte del antiguo verdugo, su inefable amigo Adolfo.

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