28.9.09

Capítulo 16: En el Líbano (rewind)


Lo primero que les enseñó Rashid no bien llegaron al campamento a fue distinguir el zumbido de los distintos aviones que como aves malignas y extraordinarias, como apariciones fantasmales y constante amenaza, surcaban el cielo bajo del Lïbano. Los Alfa-D sirios a diferencia de los portentosos bombarderos israelíes, provocaban en el aire un corte, un desgarramiento más pronunciado y agudo debido a su velocidad y a la baja altitud con que circulaban por el aire produciendo un chillido como de insecto gigante, los bombarderos en cambio, sonaban - según la onomatopeya que ejecutaba tapandose a medias su boca con una de sus manos el capitán del ejercito libanés - como las reverberaciones de una indómita tormenta de verano. En este segundo caso- agachandose y levantando una enormes compuertas de chapa del piso- les mostró los refugios antiaéreos a los que se debian dirigir no bien desde la base de control se impartiera la voz de alarma.
Eros, ni ninguno de sus compañeros, se pregunto más nada al respecto, tomaron con naturalidad las lecciones de Rashid, que les enseñaba estas cosas referentes a la supervivencia cotidiana en estos campos oscuros y desolados, a orillas del Mediterráneo.
El mal francés con que se comunicaban y que por instantes se transformaba pese a la rudeza-------con que se pronunciaban las palabras en un hilarante cocoliche infantil dejaba que muchas cosas, por ahora, fueran irremediablemente incomprensibles, como ya lo eran demasiadas cosas en ese momento , para todos ellos. Sin embargo campeaba un espíritu de abnegación y de entrega en cada uno de los duros entrenamientos a los que se sometían a diario. Eros pensó varias veces, en los veinte días que pasó en la afueras de Beirut, que una vez llegados a Buenos Aires, las cosas cambiarian radicalmente, por una buena vez y debido al incesante perfeccionamiento militar que estaban llevando a cabo, serían capaces de realizar los distintos tipos de operaciones que le permitirían ir, poco a poco, debilitando al gobierno dictatorial y que precisamente a causa de ello, el pueblo mostraría una adhesión inmediata y activa que culminarian, no quedaban muchas dudas acerca de esto, en la victoria definitiva del campo popular y nacional, sobre la oligarquía cipaya.
En los intervalos de descanso, mirando el horizonte oscuro que se perdía más allá del continente asiático, Eros evaluaba estas cosas y algunas más, como por ejemplo la delicada red de filosas y profundas autoobservaciones de sus mecanismos psiquicos en torno a lo meramente pasional, que no obstante su fuerte poder de autocritica para encaminar su disciplina, le costaba controlar -como si intentara aquietar un elemento revulsivo, viscoso y eléctrico -al menos en lo que hacía al orden sus pensamientos.
Sabía que “eso” en lo que pensaba una y otra vez no era el objetivo verdadero y cabal al cual debía disponerse y entregarse, que la organización a la que él respondía iba detrás de un gran objetivo político y militar;y por nada del mundo el Eros Ross, debía dejarse llevar por cuestiones personales, ni amores , ni odios, nada que fuera de pertenencia exclusiva al ámbito de su individualidad, que nada o poco tenían que ver con el cuerpo común de la Idea. Eso que corría por su sangre, esos espolones de rencor, el dolor reactivo que recorria y se internalizada en todo su cuerpo y que ya había adquirido una voz que rogaba en su interior por la posibilidad de estar frente a frente a esos hijos de puta responsables directos de la tortura y muerte de tantos compañeros y compañeras queridos y amados, respetados y admirados, de los cuales todavía siente, aún enese rincón extraviado del planeta, su presencia tutelar, sus impulsos bravíos y toda la articulación de belleza de su juventud y de sus pensamientos, debía ser desterrado de su ser, no se debía dejar llevar por este tipo de pulsiones, por nada, solo tenía que disciplinadamente sumirse a la indicativas de sus superiores que lo requerian como un frío operario de la muerte, una de la tantas piezas del tan mentado plan de contraofensiva, donde en un breve lapso de tiempo sería designado, al igual que cada uno de sus compañeros, para una tarea específica, que debería cumplir con la exactitud de un reloj para la realización integral de la estrategia que de un momento a otro estaban por lanzar.
Después vinieron la maniobras en conjunto, a Eros le tocó formar equipo de trabajo con el Riojano. En un primer turno, -luego de recibir las instrucciones de Rashid y de su asistente que iba tratando de llevar con su mano a una pizarra, de modo gráfico lo que Rashid iba diciendo- a bordo de un auto - un Fiat de modelo desconocido-debian sortear tanques de doscientos litros, en zigzag. Eros conducía mientras el Riojano emergía de los asientos traseros y disparaba, asomando apenas el caño del fusil por la ventanilla, sobre objetivos marcados con pintura roja, muñecos de tamaño natural rellenos de arena y botellas colocadas por los soldados libaneses en distintos lugares de la miniciudad, de ese largo callejón cruzado por uno menos ancho y rodeado por distintos tipos de edificaciones que intentaban semejar el ámbito urbano de las grandes ciudades.
Mientras , con elegante prestancia como si fuera un viejo piloto de F1, terminaba de eludir los últimos tanques y veia a Rashid hacer gestos de aprobación con su brazo derecho Eros pensó que tan importantes en el plano de la conformación de su conciencia revolucionaria como los variados textos que hicieron que confluyera allí donde estaba parado ahora, desde los libros del General y del Che, hasta los versos de Neruda y Martí pasando por los encendidos escritos que la organización difundía a través de sus distintas publicacione, algunas picardías y no tan fútiles horas de la infancia como aquellas en que junto a su hermano menor, aprovechando la larga siesta de los domingos robaban el Ford del abuelo y junto iban , con la cabeza apenas asomando por el parabrisa, hasta la orilla el río y las miles de películas de acción, vistas tanto en el cine como en la primera televisión que tuvieron en su casa, tambien en estos momentos aportaban una experiencia inimaginable, transformandose en guias modélicas de su ahora imprescindible plano de lo práctico. También lo que desde hacía algun tiempo, era contemplado por Eros como la escoria de la formación burguesa, la importación de una mirada desnacionalizada y yanqui del mundo, esas odiosas peliculas de tiros y tiros, de persecuciones policales y colisiones, eso también contribuia de gran forma a la causa y esto no dejaba de parecerle por demas de paradójico. Aunque en este monemto de descanso no tenía tiempo de comentarlo ni con Rioja ni con Pamela, ni con ninguno de los libaneses que una vez concluidas las acciones, se retiraban a hablar entre ellos como si los estuvieran evaluando.
Cuando la noche comenzaba a envolverlo todo con su mantu oscuro, se reunían todos en una de las carpas que tenian asignadas, alli cerca de una enormes plantaciones de bananas. Enormes bananeros alineados sobre prolijos surcos, profundizaban el marco exotico del lugar. Rioja tubo tiempo de aflojar un poco la tensión y decidió a ir a dar un paseo. Contó después que no bien se internó entre los bananeros y encendió un cigarrillo, dos libaneses cayeron sobre el como dos leopardos y lo reprendieron hasta casi hacerlo llorar. Hacian hincapie, sobretodo, en su irresponsabilidad, en como había puesto en peligro a todos encendiendo un cigarrillo en la noche, habiendo sido advertido que los cazas israelíes eran capaces, debido a sus potentes radares satelitales de detectarlos en cualquier momento.
Pamela hunde sus ojos en lo más recóndito de sí misma, parece ciega a todo lo que la rodea y no sea su propio interior, Eros la contempla mientras mete su cuerpo en su bolsa de dormir, juntos han estado mirando el inmenso cielo que se extiende sobre el Mediterraneo, expandiendo sus sentidos hasta donde estos alcancen embriagandose de una buena dosis de libertad, ahí en la inconmensurable capota negra de la noche- Allí han hablado de amigos muertos, de sus sueños y alguno de los dos, en forma confesional, ha dejado deslizar la palabra venganza, que los dos suponen algo prohibido, algo que iria por fuera de la ferréa directiva de la organización, algo que solo ellos en forma solapada podrán llevar a cabo una vez vueltos al país- Los ojos de Pamela su miel delicada y dura no salen de el lago interno de sus pensamientos, Eros la contempla sin decirle nada, espera que sea ella la que muestre, sin que él se lo pida, los frutos de esa intensa introspección.
Las manos de ella se hunden en la tierra arenosa, le dice a Eros, que los pies de Jesús caminaron esas tierras, sus pies descalzos pisaron en su peregrinar juvenil, estas tierras, dice. Eros le toma los cabellos rubios que cuelga al lado de su rostro, piensa que tal vez, Pamela no se equivoque, que estan cerca de Jerusalen, cerca del Gólgota, que en verdad los pies de aquel hombre cruzaron estos lugares, buscando apoyo en hombres rudos y elementales para como ellos y a su misma edad organizar una revolución, con la diferencia- piensa Eros que aquel hombres había sido derrotado y ellos estaban a punto de comenzar con sus pequeñas y arteras acciones a constriuir la bases de un contundente triunfo popular. No puede compartir con Pamela, como no lo ha podido compartir con ninguno de sus compañeros desde que entro en la organización, el fuego místico que la apasiona. Sabe que ella es portadora de lo que llaman, una fe indestructible y que de nada valdría ponerse a perorar acerca de su consolidado materialismo, decirle por ejemplo que la materia se autogenera y que no existe ninguna incógnita detrás de este cascote que llamamos tierra ni tampoco más allá de esos otros gases y orbitas y mas y mas cascotes de luz, que llamamos galaxias, órbitas y estrellas, que no hay nada. Pero prefiere acompañar su trance, ser condescendiente con los mitos seculares de sus creencias, que en definitiva son los mismos que fundamentan a la organización a la que pertenecen. Juntos sacas las balas de sus fusiles y juntos sin decir nada, hacer tocar sus puntas sobre la tierra bendita, como si con ese acto, estuvieran dándole un plus extra, una bendición que hará que esas balas no fallen, que los salvaguarden a ellos y que contribuyan al éxito de esta próxima campaña militar.
Bajo un cielo enrojecido por los primeros albores y un viento húmedo al que ya se han ido acostumbrando, se levantan. En una mesa junto a las carpas los libaneses dejan, como todos los días desde que han llegado, los alimentos para el desayuno. Rioja ya esta hirviendo el arroz en una marmita y encendiendo otra hornalla donde cocerá, utilizando la grasa del mismo animal los pequeños y oscuros trozos de oveja con que completará la comida. En un plato, como siempre, quedarán los dátiles que a nadie, salvo a Eros, le gustan. Rashid le ha explicado que estos frutos disecados proporcionan un gran contenido energético al cuerpo y que son muy importantes para fortificarse en el entrenamiento de alto esfuerzo que están realizando, menos por esto que a dicho el libanés, que por que ese te vea ofendido por despreciar sus alimentos, Eros mastica los dátiles como chicle y concentra su cuerpo para la próximas horas donde sabe extremaran al máximo el entrenamiento militar. Pero Rashid llega con la buena nueva del día en su boca, con su impreciso francés les comunica que deben asearse y arreglarse con lo mejor que tengan porque al mediodía llegara a visitarlos la cúpula de la organización, sus mas encumbrados jefes llegaran en pocas horas para constatar que sus soldados esten prestos para lo que ellos con denodados esfuerzo han pergeñado, por el bien y la justicia de su país, allí en sus oficinas de trabajo en Roma.
El helicóptero levanta una polvareda interminable a todo su alrededor. Por un momento los treinta y pico de argentinos que esperan a su comandancia, no ven más que un torbellino espeso que parece no diluirse nunca como si sus comandante no quisieran dejar esa condición semifantasmal con que se han manejado desde que esto comenzó, como si la visión de sus cuerpos de sus plena y descubierta humanidad fueran a develar el carácter humano y no de semidioses que parece quisieran preservar.Ninguno de ellos los ha visto de cerca , solo los conocen por algunas escasas fotos y algunos como Eros recuerdan algo de sus rostros, entre las muchedumbres agitadas de un acto en un estadio de Villa Crespo.
Como en un film, primero aparecen la botas lustrosas, luego el uniforme azul y las boinas perfectamente calzadas. Todos miran y tratan de distinguir la proliferación de insignias que cubren el pecho y los hombres de aquellos hombres, de sus jefes; Muchos sienten algo de vergüenza por encontrarse tan desarrapados, apenas vestidos con unos mugroso pantalones de combate y una gruesas camisas de lona remendadas, pero hacen lo posible por sacar pecho en la formación alineada que Rashid a ordenado.
Eros mira a los ojos al comandante, le duele un poco que este y su lugarteniente, con todo lo que ha sucedido en los últimos tiempos no se acerque inmediatamente a ellos y no espera que se estrechen en un abrazo, pero si un saludo y un dialogo más cálido y cordial que esa distancia marcial con que los miran luego de llevarse los cuatro dedos a la sien como único saludo, que no logra comprender del todo-

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