28.9.09

Capítulo 15: Revelación fatal


Luego de introducir su mano, de memoria como siempre, buscando en el cajón de la mesa de luz la medicación oftalmológica para su amigo sus dedos han encontrado y extraído esas hojas desvencijadas y surcadas por mil arrugas y dobleces . Los ojos de Eros se clavan en el papel verdoso. Como dos flechas furibundas y bajo la tenue luz cenital del velador sus ojos parecen querer desafiar la tipografía de las letras, escarbar y remover, como si quisieran cambiar el curso de la tinta impresa. Hay raros movimientos en sus pupilas, el rojo de sus ojos es una animal estrábico lanzado a la locura el reflejo de una realidad que lo aturde y que quisiera por todos los medios cambiar, si esto fuera posible, si no estaría gráficamente determinado de forma tan clara en ese viejo documento de tapas verdes, en ese documento nacional de identidad, que Eros acerca a la lámpara sin poder creer lo que abruptamente ha comprobado, lo que forcejeando con la realidad dada impulsos de su voluntad tratan de volver inverosímil, trata de creer que ese documento forma parte de un mal sueño o de un efecto de alucinación y que ,sin embargo y sin remedio, fuera de todo posible error es un hecho de palpable y de definitiva constatación. Su respiración se agita cada vez más por un instante su sangre se niega a llegar al cerebro, haciendo que esta mala presión de su torrente sanguíneo lo desvanezca por unos segundos los entreguen a un desmayo nervioso, pero debe evitarlo, sabe que no puede ser encontrado, en estas circunstancias con ese documento en la mano y su cabeza apoyada contra la mesa de luz. Así que se aferra a una ráfaga de oxígeno, con esfuerzo y por medio de su boca lleva para adentro una bocanada gruesa de aire, que le otorgan algo de lucidez y frialdad, hacen que lentamente esta nueva realidad se comience a acomodar en algún rincón de su razón y como primer movimiento de una nueva etapa se empiece a retirar en forma mas que sigilosa, naturalmente de la pieza, que tome el frasco de colirio que le ha solicitado Nitti. Antes mira por última vez el documento, ese nombre escrito por la mano de algún empleado del registro civil que ahora , -que desde hace un rato se ha transformado en una bisagra para su vida, en un mojón que como la caída de Constantinopla o la Revolución Francesa han separado las etapas de la historia separará tajantemente un espacio de tiempo de otro, que ya esta creando una separación como, sin exagerar, la tierra se hubiera abierto, la tierra que forma el sustrato mental de Eros-, y esa foto que complementa para su enorme pesar, esa instantánea cuatro por cuatro a color que revela en todas sus formas el rostro de Adolfo, a los cuarenta y cinco años, los ojos achinados, las sienes achatadas hacia arriba, y la nariz de aguila, todavía conservaba algo de pelo tirado hacia atrás con fijador, el aire marcial, el halo de violencia potenciado por la fuerza de la plenitud de la edad adulta y que ahora solo ahora, solo hace unos minutos se da cuenta que es el hombre que buscó durante meses, el capitán de navío que el mismo en persona designado por el más alto jefe de su organización debería haber eliminado, borrado de la faz de la tierra,- así de contundentes fueron las palabras del comandante cuando le encomendó la tarea- y que nunca pudo hallar a tiro, a disposición de su energa, de sus granadas, de su trotyl o de su .38.
Eros es una mezcla indescriptible de tensión y de tristeza, vacila si encerrarse en el baño a gritar a llorar o hacer que su cabeza rebote con violencia contra la pared hasta que esta estalle y no quede nada , nada de este maldito mundo en pie o a tomar el rumbo de esa autopista interior que le promete una serenidad pérfida, una suave pista de hielo por donde desplazar los movimientos que ya se están gestando en su cuerpo, en esos trazos que ya van prefigurando un destino con pulso inclaudicable, aunque Eros apenas se percate de esto como si no pudiera superar una primera etapa de sorpresa que lo tiene congelado en sus percepciones que no lo dejan evolucionar, y que lo mantienen en un plano minimalista de interpretación del mundo donde solo juegan, por ahora, el nombre descubierto de Adolfo y una gigantesca pesadumbre y decepción , dos elementos que si bien como todo en este mundo viene conjugado a un largo entramado de cosas, en estos momentos conforman todo el horizonte mental de Eros, todo el desarrollo de su sensibilidad e inteligencia.
Apoya su mano en el picaporte del baño, siente todo el ácido lacrimógeno cubrirle desde el costado de sus ojos y la ebullición en el interior de su nariz de una punta de llanto, sin saberlo esta esperando el momento en que su realidad mental se acomode , se desplace hacia ese otro punto que, como dijimos, ya se ha configurado y que lo repondrá al menos de este nuevo shock emocional, aunque lo deposite en manos de toda una omnipotente fuerza vengadora.
Dentro del baño no llora no grita, con la cabeza estirada hacia atrás e inspirando fuerte trata de recomponerse, siente su vieja piel pintada de pecas octogenarias, sus venas soterradas en carne endurecida, temblar, surcarse de estrias de escalofríos, sus ojos en el espejo los asustan un poco, pero, pese a ello no conciende a todo los que la emotividad en primera instancia quiere que haga, sino que como puede se serena, como puede con sus manos temblorosas, metiendolas entre el cuello del pulover acomoda el documento de Adolfo en el bolsillo de su camisa y este es el primer paso que da en la dirección, que ya eligió deberá andar, el eje por donde deberá rotar los dias subsiguientes, buscando el espacio intertemporal que lo conecte a acciones del pasado que , si tuviera el modo de analizar concretamente, se daría cuenta que para él no existen, que sobre el vidrio inclinado del constante y irrevocable devenir ruedan los aconteciimientos sobre una misma línea, un mismo plano donde están unidas las primeras y las últimas coordenadas vitales, semejantes unas a otras y indisolublemente unidas como una concatenación férrea imposible de cortar.
Se lava la cara intentando borrar toda las marcas y secuelas que la revelación ha estampado en su rostro, toma abundante agua con sus dos manos y casi se la arroja contra sus ojos contra su nariz contra su boca, demora el tiempo, sabe que va a ser dificultoso salir del baño, tomar el pasillo que lo lleva al hall y encontrase con Adolfo, con ese Adolfo que ahora, a través de la documentación que ha encontrado en la mesa de luz sabe realmente quien es y que sospecha un oscuro azar a interpuesto en el camino final de su vida, como si buscara remediar, el gran estruendo de sus fracasos de juventud como si en forma reparadora llegara a continuar una lucha en donde, sabe, ahora, tiene todas las de ganar, claro si se sobrepone sobre todo a lo que le impedirá realizarlo.
Energías virtuales lo arrastran por el pasillo, fuerzas que se le han ido incorporando no sabe bien de donde, ánimos suplementarios que hacen que sea un ser presentable, que lo han sacado del hundimiento en que por momento parece sucumbir con el aliento suficiente para establecer un contacto con las demás personas que los rodean, Eros sospecha que un fluir del pasado, como si de una transfusión de sangre se tratara esta empujandolo hacia delante, que sin ese aventón le sería imposible seguir, retomar normalmente, lo que por ahora, va a ser la vida de siempre en el Sainte Claire. Le faltan pocos metros para llegar al hall para doblar el recodo donde termina el pasillo y que lo depositará de frente a las sillas de Adolfo y de Nitti, que si no se han aburrido continuarán con su partida de poker, es tan grande las ganas de evitar su mirada como las de mirarlo profundamente dictaminandole su muerte. Sabe que no deberá ceder a ninguna de las dos, que se deberá mantener firme y disimular todo rastro que el reciente hallazgo ha producido en él.

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